He cocinado todo el santo día, desde el medio día hasta ahorita, que son las... 7:40 pm.
Me preguntó cómo me va a comer tanta comida. Entre las botanas, entre el jamón, la pasta....
Estoy muy nerviosa. No porque me voy a atascar de comida (bueno sí, lo haré) pero porque sé que voy a luchar contra las ansias de disfrutar a mi familia al rededor de la mesa con comida exquisita que yo preparé.
¿Seré masoquista?
Ojalá ustedes la estén pasando mejor.
jueves, 31 de diciembre de 2015
martes, 29 de diciembre de 2015
Para concluir el año.
Sí, sé que tengo este blog abandonado. Iba a esperar hasta que se cumplieran 6 meses desde que me sometí a la operación para hacer un recuento de mis experiencias para tener algo sustancial que decir, pero dado que son fechas navideñas y el Año Nuevo está a la vuelta, pensé que sería lo más apropiado adelantar la fecha.
Desde el 22 de julio hasta el 21 de diciembre, he perdido 36 kilogramos. Han sido un cambio importante sin duda alguna, porque mi ropa es diferente, mi cuerpo es diferente, y mi manera de comer es diferente.
Esto me casa sentimientos encontrados. Estoy contenta por bajar de peso y de lo que eso refleja en mi salud. Antes, cuando pesaba 150 kilogramos, podría estar gorda, pero mis senos eran generosos. Ahora encuentro que no lleno la copa, a pesar de que el elástico ya me queda bien, sin necesidad de expansiones. Los pantalones se me caen, así como el cabello. Me da miedo bañarme porque si me paso el peine, se me viene mucho cabello. No es lo mismo, pero me recuerdo a una paciente con cáncer. El otro día que me bañe, si me solté llorando porque me asustó mucho, y a pesar de que es algo que me dicen que es normal, no me gusta. Me siento más fea, pues la piel me cuelga mucho, y se que no hago el ejercicio que debería, pero la verdad es que no me motiva hacer otra cosa que no sea natación.
¿Por qué no me compro ropa? Me he comprado ropa pero como sigo bajando, me queda floja al mes y no quiero estar gaste y gaste en algo que dejaré de utilizar en un corto periodo de tiempo. Me he comprado unos pantalones, pero muy pocos.
También se me hace muy difícil aún las porciones de comida. Cuando me sirven un plato de comida, automáticamente siento una molesta porque siento que es muy poco, pero como apenas un bocado y ya me siento llena. No me molesta comer poco, supongo, me molesta no poder aceptar que como poco o que lo que me sirven es lo justo para mí. Igual termino dejando la mayor parte del plato, o me llevo la mitad que me sobra del restaurante a la casa para el día siguiente, pero me molesta.
Para cerrar este tema, recuerdo haberle dicho a algunos amigos y familia que me tuvieran paciencia, porque este cambio era enorme y profundo para mí y que mi humor estaría fluctuando mucho y esas cosas. Agradezco infinitamente quienes han permanecido conmigo, porque me aguantan en momentos que yo no lo hago. Se quedaron conmigo en momentos donde yo me desprecio y me aborrezco, motivada por miedo, por mi auto-sabotaje, por mi orgullo.
Prometo escribir más seguido.
Felices fiestas.
Desde el 22 de julio hasta el 21 de diciembre, he perdido 36 kilogramos. Han sido un cambio importante sin duda alguna, porque mi ropa es diferente, mi cuerpo es diferente, y mi manera de comer es diferente.
Esto me casa sentimientos encontrados. Estoy contenta por bajar de peso y de lo que eso refleja en mi salud. Antes, cuando pesaba 150 kilogramos, podría estar gorda, pero mis senos eran generosos. Ahora encuentro que no lleno la copa, a pesar de que el elástico ya me queda bien, sin necesidad de expansiones. Los pantalones se me caen, así como el cabello. Me da miedo bañarme porque si me paso el peine, se me viene mucho cabello. No es lo mismo, pero me recuerdo a una paciente con cáncer. El otro día que me bañe, si me solté llorando porque me asustó mucho, y a pesar de que es algo que me dicen que es normal, no me gusta. Me siento más fea, pues la piel me cuelga mucho, y se que no hago el ejercicio que debería, pero la verdad es que no me motiva hacer otra cosa que no sea natación.
¿Por qué no me compro ropa? Me he comprado ropa pero como sigo bajando, me queda floja al mes y no quiero estar gaste y gaste en algo que dejaré de utilizar en un corto periodo de tiempo. Me he comprado unos pantalones, pero muy pocos.
También se me hace muy difícil aún las porciones de comida. Cuando me sirven un plato de comida, automáticamente siento una molesta porque siento que es muy poco, pero como apenas un bocado y ya me siento llena. No me molesta comer poco, supongo, me molesta no poder aceptar que como poco o que lo que me sirven es lo justo para mí. Igual termino dejando la mayor parte del plato, o me llevo la mitad que me sobra del restaurante a la casa para el día siguiente, pero me molesta.
Para cerrar este tema, recuerdo haberle dicho a algunos amigos y familia que me tuvieran paciencia, porque este cambio era enorme y profundo para mí y que mi humor estaría fluctuando mucho y esas cosas. Agradezco infinitamente quienes han permanecido conmigo, porque me aguantan en momentos que yo no lo hago. Se quedaron conmigo en momentos donde yo me desprecio y me aborrezco, motivada por miedo, por mi auto-sabotaje, por mi orgullo.
Prometo escribir más seguido.
Felices fiestas.
viernes, 28 de agosto de 2015
Los resultados están aquí.
No voy a hacer este post muy largo. Desde que empecé el proceso de la operación hasta la fecha, he perdido 20 kilogramos. Empecé con un peso de 150 kg y ahora estoy en 132. Ok, son 18, pero estoy redondenado. El doctor me dijo que pesaba 129 y la nutrióloga 132. Empiezo a notar diferencias en la ropa, ya me queda más floja y me puedo abrochar el pantalón del uniforme más fácil sin sentir miedo al botonazo.
La nutrióloga me dio una dieta con comidas mucho más variadas, ya no tengo que comer lo mismo todos los días; de hecho gracias a un (afortunado) accidente en mi casa, ayer comí fuera por primera vez en casi dos meses. Comí sushi. No el que me gustaba comer antes pero uno vegetariano (la nutrióloga me dijo que podía). Generalmente me comía muy a gusto las 8 porciones que te dan, y en un día de verdadera gula, me hubiera podido comer otros 4. Bueno, a duras penas llegué a la mitad. Me comí 4 porciones de sushi y las otras 4 me las traje al trabajo.
Todos estos cambios de alguna manera consciente o inconsciente me están provocando mucha inestabilidad. Necesito mucho apoyo, mucha paciencia y mucha tolerancia de mis amigos, pues me siento como una adicta en recuperación, como esas de AA. Momentos como estos donde estoy demasiado propensa a cambios de humor, son los momentos donde siento que tengo que subir mis defensas emocionales y aparte, esconderme porque sé que las palabra que salen de mi boca, a pesar de que no son malintencionadas, van a salir un tanto crudas o sin tacto. Ya he cobrado mis primeras víctimas, sienta o no que haya hecho algo malo. Estoy en esos momentos donde estoy de "ámame ahorita que no lo merezco porque es cuando más lo necesito".
Por si fuera poco, no sólo estoy lidiando yo sola con mis propios cambios, reacciones que no comprendo de mí misma, y todo eso, sino que encima siento que se me está cayendo el mundo a pedazos por situaciones familiares que me revuelven recuerdos de la infancia, donde me ponen demasiado nerviosa y asustada, donde tengo que estar súper alerta a cualquier ruido o ambiente que sienta que no es normal.
La sensación de soledad emocional se intensifica y la seguridad emocional que necesito no puedo encontrarla en ningún lado. ¿Por qué me aventé a este cambio tan grande?
La nutrióloga me dio una dieta con comidas mucho más variadas, ya no tengo que comer lo mismo todos los días; de hecho gracias a un (afortunado) accidente en mi casa, ayer comí fuera por primera vez en casi dos meses. Comí sushi. No el que me gustaba comer antes pero uno vegetariano (la nutrióloga me dijo que podía). Generalmente me comía muy a gusto las 8 porciones que te dan, y en un día de verdadera gula, me hubiera podido comer otros 4. Bueno, a duras penas llegué a la mitad. Me comí 4 porciones de sushi y las otras 4 me las traje al trabajo.
Todos estos cambios de alguna manera consciente o inconsciente me están provocando mucha inestabilidad. Necesito mucho apoyo, mucha paciencia y mucha tolerancia de mis amigos, pues me siento como una adicta en recuperación, como esas de AA. Momentos como estos donde estoy demasiado propensa a cambios de humor, son los momentos donde siento que tengo que subir mis defensas emocionales y aparte, esconderme porque sé que las palabra que salen de mi boca, a pesar de que no son malintencionadas, van a salir un tanto crudas o sin tacto. Ya he cobrado mis primeras víctimas, sienta o no que haya hecho algo malo. Estoy en esos momentos donde estoy de "ámame ahorita que no lo merezco porque es cuando más lo necesito".
Por si fuera poco, no sólo estoy lidiando yo sola con mis propios cambios, reacciones que no comprendo de mí misma, y todo eso, sino que encima siento que se me está cayendo el mundo a pedazos por situaciones familiares que me revuelven recuerdos de la infancia, donde me ponen demasiado nerviosa y asustada, donde tengo que estar súper alerta a cualquier ruido o ambiente que sienta que no es normal.
La sensación de soledad emocional se intensifica y la seguridad emocional que necesito no puedo encontrarla en ningún lado. ¿Por qué me aventé a este cambio tan grande?
Foto no relacionada con el post. Es un hilo de plástico, supongo que de sutura, que me saqué de una de las heridas.
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miércoles, 19 de agosto de 2015
It could have been me~
Ya sé que no debo adelantarme ni vivir en el futuro. Ya sé que no debo preocuparme. Pero hay cosas que estoy esperando vivir, cosas de las que tengo muchas ganas; pero no sé conseguir. La gente me dice que no me preocupe por mi edad, que aún estoy muy joven, pero, siento que me estoy quedando atrás. Y no creo que esté en edad para quedarme atrás.
Son tantas cosas que se me hace difícil organizar mis ideas y por lo tanto me es más difícil escribir.
Hay una canción que me ha gustado mucho y que contribuyó a que me animara a operarme, precisamente por el mensaje. La dejaré como enlace a YouTube por si alguien quere escucharla, con una traducción.
He estado notando que mis mejillas ya no están tan delgadas como la semana pasada. No sé si es idea mía, no sé si es algún efecto normal porque ya estoy comiendo otro tipo de cosas que no son papillas y jugos. A veces tengo ganas de vomitar en la mañana cuando me tomo mi jugo de manzana, y en la noche, cuando ceno el cereal, a veces se me acelera el pulso, pero como se me pasa después, no me preocupo mucho ni le comento nada a nadie.
Últimamente me siento emocionalmente saturada de cosas.
Could have been me (Pude haber sido yo)- The Struts
No quiero vivir como una historia sin contar
Prefiero extinguirme en una llamarada de gloria
No puedo escucharte, no te tengo miedo
Viviré ahora porque los malos mueren al último
Esquivando las balas con tu pasado roto
No puedo escucharte, no te tengo miedo ahora
Envuelto en tu arrepentimiento
Vaya gasto de sangre y sudor
Quiero saborear el amor y el dolor
Quiero sentir el orgullo y la vergüenza
No me quiero tomar mi tiempo
No quiero desperdiciar una línea
Quiero vivir mejores días
Nunca mirar atrás y decir
Ese pude haber sido yo
Ese pude haber sido yo
No quiero vivir como una melodía sin cantar
Prefiero escuchar al silencio decirme
No puedo escucharte, no te tengo miedo
No quiero despertarme el lunes por la mañana
La idea del trabajo provoca que la piel se me erize
No puedo tenerte miedo, no te escucho ahora
Envuelto en tu arrepentimiento
Vaya gasto de sangre y sudor
Quiero saborear el amor y el dolor
Quiero sentir el orgullo y la vergüenza
No me quiero tomar mi tiempo
No quiero desperdiciar una línea
Quiero vivir mejores días
Nunca mirar atrás y decir
Ese pude haber sido yo
Ese pude haber sido yo
Son tantas cosas que se me hace difícil organizar mis ideas y por lo tanto me es más difícil escribir.
Hay una canción que me ha gustado mucho y que contribuyó a que me animara a operarme, precisamente por el mensaje. La dejaré como enlace a YouTube por si alguien quere escucharla, con una traducción.
He estado notando que mis mejillas ya no están tan delgadas como la semana pasada. No sé si es idea mía, no sé si es algún efecto normal porque ya estoy comiendo otro tipo de cosas que no son papillas y jugos. A veces tengo ganas de vomitar en la mañana cuando me tomo mi jugo de manzana, y en la noche, cuando ceno el cereal, a veces se me acelera el pulso, pero como se me pasa después, no me preocupo mucho ni le comento nada a nadie.
Últimamente me siento emocionalmente saturada de cosas.
Could have been me (Pude haber sido yo)- The Struts
No quiero vivir como una historia sin contar
Prefiero extinguirme en una llamarada de gloria
No puedo escucharte, no te tengo miedo
Viviré ahora porque los malos mueren al último
Esquivando las balas con tu pasado roto
No puedo escucharte, no te tengo miedo ahora
Envuelto en tu arrepentimiento
Vaya gasto de sangre y sudor
Quiero saborear el amor y el dolor
Quiero sentir el orgullo y la vergüenza
No me quiero tomar mi tiempo
No quiero desperdiciar una línea
Quiero vivir mejores días
Nunca mirar atrás y decir
Ese pude haber sido yo
Ese pude haber sido yo
No quiero vivir como una melodía sin cantar
Prefiero escuchar al silencio decirme
No puedo escucharte, no te tengo miedo
No quiero despertarme el lunes por la mañana
La idea del trabajo provoca que la piel se me erize
No puedo tenerte miedo, no te escucho ahora
Envuelto en tu arrepentimiento
Vaya gasto de sangre y sudor
Quiero saborear el amor y el dolor
Quiero sentir el orgullo y la vergüenza
No me quiero tomar mi tiempo
No quiero desperdiciar una línea
Quiero vivir mejores días
Nunca mirar atrás y decir
Ese pude haber sido yo
Ese pude haber sido yo
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sábado, 15 de agosto de 2015
Nueva etapa
A ya un par de días de haber iniciado lo que es mi dieta blanda, me siento un poco extraña y preocupada. Mi dieta blanda consiste en comida, y ya dejando un poco los jugos y las papillas atrás. Pollo cocido, caldo de verduras, sandía, galletas saladas, etcétera. Aquí empieza lo que solía preocuparme antes de operarme. ¿Y si no puedo? Ya he mencionado atrás (creo) que el olor de ciertas comidas me abrían el hambre y por lo tanto resultaba un poco tortuoso para mí. Yo estaba acostumbrada a comer rápido por los horarios que tenía que cumplir. Aprender a comer lento me ha resultado doloroso, pues si como un poco de pollo que no está bien masticado, mi estómago me reclama luego, como aquellas punzadas que sentía al beber agua. Lo que para mí antes era un placer y un deleite, comer ahora me está resultando incómodo y doloroso. Quizá es parte del plan malévolo de la operación. Para solucionar el problema del hambre, he tomado mucha agua. En la hoja de la dieta dice que debo beber 1.5 litros de agua.
Aquí es donde entran en conflicto dos situaciones mías: la primera, que como ya estoy pudiendo comer algo sólido (me he dado cuenta que las galletas saladas son deliciosas, recuerdo cuando les ponía mayonesa cuando era niña y me las comía en sanwich, jajaja) quiero comer y volver a disfrutar, pero también debo aprender a contenerme y no dejarme ganar por las ganas de comer. El verdadero problema, o uno anterior a ese, es que no sé si quiero realmente aprenderlo. O sea, sí quiero, ¡claro que quiero! Por algo me operé, y sé que sólo por el hecho de operarme no voy a bajar de peso. Pero, diablos, qué ricas saben esas galletas saladas y que rico es poder disfrutarlas. Parece que quiero mantener mi pastel y querer comérmelo a la vez. Hasta las metáforas hablan de comida. Sé que la comida es muy importante para el ser humano... ¿pero no podemos usar otras metáforas?
Me siento abrumada.
Aquí es donde entran en conflicto dos situaciones mías: la primera, que como ya estoy pudiendo comer algo sólido (me he dado cuenta que las galletas saladas son deliciosas, recuerdo cuando les ponía mayonesa cuando era niña y me las comía en sanwich, jajaja) quiero comer y volver a disfrutar, pero también debo aprender a contenerme y no dejarme ganar por las ganas de comer. El verdadero problema, o uno anterior a ese, es que no sé si quiero realmente aprenderlo. O sea, sí quiero, ¡claro que quiero! Por algo me operé, y sé que sólo por el hecho de operarme no voy a bajar de peso. Pero, diablos, qué ricas saben esas galletas saladas y que rico es poder disfrutarlas. Parece que quiero mantener mi pastel y querer comérmelo a la vez. Hasta las metáforas hablan de comida. Sé que la comida es muy importante para el ser humano... ¿pero no podemos usar otras metáforas?
Me siento abrumada.
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viernes, 7 de agosto de 2015
Dudas~
Últimamente las cosas van saliendo bien. He podido dormir considerablemente mejor, inclusive puedo dormir completamente boca abajo, aunque aún no me atrevo a dormir del lado donde tengo la cicatriz de donde me retiraron el dren. Es una cicatriz relativamente delicada, y le tengo respeto.
A un mes, entonces, desde que empecé el proceso el día después de mi cumpleaños, aquí están las actualizaciones. He notado cambios en mi rostro, y algunas personas me han comentado que me veo más delgada también. Hasta el día 26 es cuando tengo la cita con el doctor de nuevo y con la nutrióloga, que es cuando me voy a pesar oficialmente. No sé cuánto peso he perdido aún.
Una de las cosas que me hacían dudar si realmente quería la operación, era pensar que probablemente no pudiera seguir las especificaciones de la dieta. Yo me conozco y sé que no tengo fuerza de voluntad. Hoy un conocido me preguntó que sería lo primero que comería cuando ya no estuviera a dieta, y se me vinieron tantas cosas poco saludables a la mente y eso me dejó pensando si realmente tengo la fuerza necesaria. El otro día vi la foto de una muchacha que conocí en el hospital y nos añadimos en Facebook, donde estaba en un restaurante y su platillo eran lo que parecían ser tres molletes. Le pregunté si pudo comer eso y me respondió que uno y con esfuerzo. Eso me asustó y en el transcurso del día empecé a idear maneras de poder comer yo esos tres molletes si ese fuera mi caso.
Otra cosa que me asusta, es que si yo salgo a comer con mis amigas, yo quiero comer “normal” con ellas. No quiero pedir la mitad de la mitad de la mitad de una orden y no poder disfrutar junto con ellas. Todos me dicen “pero vas a poder comerlo, aunque sea poco”, “¿qué te importa la más, la comida o tu salud/figura/etc?”…. Nada de aquello me satisface. Creo que estoy en problemas.
Aquí las cicatrices, vista de frente y vista de lado. Ahí se ven mucho más lipias, pero antes se veían un poco más dramáticas.
A un mes, entonces, desde que empecé el proceso el día después de mi cumpleaños, aquí están las actualizaciones. He notado cambios en mi rostro, y algunas personas me han comentado que me veo más delgada también. Hasta el día 26 es cuando tengo la cita con el doctor de nuevo y con la nutrióloga, que es cuando me voy a pesar oficialmente. No sé cuánto peso he perdido aún.
Ignoren la sonrisa de psicópata, me habían regalado un trago en mi cena de cumpleaños. :P
Una de las cosas que me hacían dudar si realmente quería la operación, era pensar que probablemente no pudiera seguir las especificaciones de la dieta. Yo me conozco y sé que no tengo fuerza de voluntad. Hoy un conocido me preguntó que sería lo primero que comería cuando ya no estuviera a dieta, y se me vinieron tantas cosas poco saludables a la mente y eso me dejó pensando si realmente tengo la fuerza necesaria. El otro día vi la foto de una muchacha que conocí en el hospital y nos añadimos en Facebook, donde estaba en un restaurante y su platillo eran lo que parecían ser tres molletes. Le pregunté si pudo comer eso y me respondió que uno y con esfuerzo. Eso me asustó y en el transcurso del día empecé a idear maneras de poder comer yo esos tres molletes si ese fuera mi caso.
Otra cosa que me asusta, es que si yo salgo a comer con mis amigas, yo quiero comer “normal” con ellas. No quiero pedir la mitad de la mitad de la mitad de una orden y no poder disfrutar junto con ellas. Todos me dicen “pero vas a poder comerlo, aunque sea poco”, “¿qué te importa la más, la comida o tu salud/figura/etc?”…. Nada de aquello me satisface. Creo que estoy en problemas.
viernes, 31 de julio de 2015
Las heridas que no sanan.
Ya antes había mencionado que la papaya y yo no nos llevamos bien, pero que la había empezado a tomar por causas extremas (véase el post anterior). No es por exagerar, pero tomar licuado de papaya realmente para mí significó un buen esfuerzo de mi parte, y una vez lograda la misión, pensé que podría estar libre del yugo tirano de aquella fruta. Mi mamá, quien es la que generalmente se encarga de hacer esas comidas, estaba en la cocina cuando aproveché para pedirle que en lugar de licuado de papaya, me preparara un jugo de manzana. Sin ningún problema, sin ningún reproche, sin realmente ningún problema, aceptó. El problema estuvo que 5 minutos después, me trajo licuado de papaya. Está de más decir que le pregunté por qué me había ofrecido esto cuando le había pedido otra cosa. Ella alegó que el licuado de papaya me era más saludable, y que prefería que tomara el licuado en lugar del jugo, a pesar de que ambas están recomendados en la dieta que me dieron en el hospital.
Obviamente se armó una discusión, y mi papá intervino. Cuando esto sucede… a mí me da miedo. La cosa pareció ir en serio, y yo reaccioné poniéndome de pie, saliendo al patio y salir a caminar. Una sensación de culpa me invadió. Estos pensamientos de que debí haber dicho tal cosa en lugar de lo otro, o debí haber hecho esto otro me rondaron la mente hasta que empecé a llorar. Las peleas entre mis padres han sido parte de la cultura familiar, pero cuando llegan a un cierto nivel, yo entro en pánico. Cuando las cosas se calmaron, yo regresé a la sala, y de ahí las cosas ocurrieron normalmente. Me extrañó un poco que empezara a llorar. Estoy acostumbrada a estas cosas. Pero si algo he notado, es que los primeros días en casa estuve demasiado sensible, no sé si sea por la operación. Vi un video de gatos, lloré. Vi un video de un gordito que bailaba, lloré. Mi mamá se rehusó a comer con nosotros en la mesa, lloré.
Por otro lado, las heridas en la panza no han cerrado bien. Desde que me quitaron el dren, me ha estado saliendo líquido por las heridas, a veces a chorros; inclusive hoy manché las almohadas donde dormía. Cansada un poco de la situación, le pedí a mi papá que le marcara al doctor. Me daba miedo que hubiera algo interno que no haya sanado bien, que me hubieran lastimado algo cuando me sacaron el dren o que por algo tuvieran que operarme de nuevo. Cuando mi papá se comunicó con él, le dijo que era normal y hasta esperado; es más, que exprimiera un poquito las heridas. Así que hoy me he puesto de nuevo las gasas. Les debo las fotos todavía. Les prometo que las subiré pronto.
Obviamente se armó una discusión, y mi papá intervino. Cuando esto sucede… a mí me da miedo. La cosa pareció ir en serio, y yo reaccioné poniéndome de pie, saliendo al patio y salir a caminar. Una sensación de culpa me invadió. Estos pensamientos de que debí haber dicho tal cosa en lugar de lo otro, o debí haber hecho esto otro me rondaron la mente hasta que empecé a llorar. Las peleas entre mis padres han sido parte de la cultura familiar, pero cuando llegan a un cierto nivel, yo entro en pánico. Cuando las cosas se calmaron, yo regresé a la sala, y de ahí las cosas ocurrieron normalmente. Me extrañó un poco que empezara a llorar. Estoy acostumbrada a estas cosas. Pero si algo he notado, es que los primeros días en casa estuve demasiado sensible, no sé si sea por la operación. Vi un video de gatos, lloré. Vi un video de un gordito que bailaba, lloré. Mi mamá se rehusó a comer con nosotros en la mesa, lloré.
Por otro lado, las heridas en la panza no han cerrado bien. Desde que me quitaron el dren, me ha estado saliendo líquido por las heridas, a veces a chorros; inclusive hoy manché las almohadas donde dormía. Cansada un poco de la situación, le pedí a mi papá que le marcara al doctor. Me daba miedo que hubiera algo interno que no haya sanado bien, que me hubieran lastimado algo cuando me sacaron el dren o que por algo tuvieran que operarme de nuevo. Cuando mi papá se comunicó con él, le dijo que era normal y hasta esperado; es más, que exprimiera un poquito las heridas. Así que hoy me he puesto de nuevo las gasas. Les debo las fotos todavía. Les prometo que las subiré pronto.
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miércoles, 29 de julio de 2015
No leas este post mientras estés comiendo.
Advertencia:
este post trata sobre hacer del dos. Lee bajo tu propia discreción.
Varias
cosas me tenían frustrada durante mis primeros cuatro días en
casa. Al salir del hospital, me habían dado cita para el martes para
poderme retirar el dren. El
no poder dormir, los dolores en mi panza, tener que estar cuidando el
dren, que cuando éste me colgaba me dolía la herida, que cuando
“comía”, si no lo hacía lo suficientemente lento, me daban las
punzadas…. Y que no podía hacer del dos. Así es. Del dos.
Yo
asumía que era normal porque realmente sólo ingería líquidos,
pero cuando mi papá le preguntó al doctor si esto era normal, le
respondió que era normal siempre y cuando no tuviera ganas, pero si
para el martes aún no obraba, que entonces “me daría
indicaciones”. El problema, es que me empezaban a dar ganas, pero
no podía. Tomé las palabras del doctor como “o cagas para el
martes, o cagas”. Creo que mis padres lo tomaron igual porque
empezaron a urgirme que empezara a beber licuados de papaya, que eran
una de las opciones de la dieta. Yo odio la papaya, me da asco. Pero
era una situación extrema. Así que, como dicen en inglés “I took
one for the team”, o sea, “me sacrifiqué por mi equipo”, y
empecé a beber licuados y yogurt de papaya. Saben horribles. Aún
los detesto. Bueno, el Activia de papaya sabe bien. Lo admito.
El
lunes por la tarde, volví a sentir ganas. «¡Hoy es el día!»
pensé. Me esforcé por alrededor de 20 minutos, y mi resultado
fueron tres miserables bolitas de conejo.
–Bueno,
al menos ya salió algo –dijo mi papá.
Si
bien tenía razón, no me sentía satisfecha. Era como un reto, sabía
que podía dar más. Pero no hubo más cambios.
Al
día siguiente me desperté temprano para acudir a la cita con el
doctor para que me retiraran el dren. Yo
sabía que e iba a doler, después de todo, cualquier movimiento me
hacía dolorosamente consciente de la manguera. El doctor me dijo que
“sólo sería una molestia”, pero que no me dolería. Sabía que
mentía. Es una manguera dentro del estómago. Claro que te va a
doler. Me pidió que me recostara en un sofá que tenía; mi papá se
quedó al lado, en el escritorio del doctor. No era que estuviera
mentalizándome que me iba a doler, es una de esas cosas que sabes
que son un hecho, como en las elecciones pasadas que sabías que EPN
iba a quedar de presidente.
El
doctor hizo los cortes de los alambritos, no me dolió mucho, eso en
sí fue la molestia. Y después, ¡madres! Un jalón. Sentí cómo se
me revolvieron muchas cosas adentro de la panza, y el dolor fue tan
fuerte que me sacó un gritito y me hizo llorar. “Ya salió, ya
salió” me decía para tranquilizarme, pero no sirvió de nada. Por
un segundo mi mirada se posó en la cara del doctor y su expresión
era de “¿En serio estás llorando por esto?” No me solté a
llorar como una niña, pero sí me aguanté de no dejar caer lágrimas
y caminé lo más ceremoniosamente posible al escritorio. Me recetó
más medicamento, unas vitaminas, y regresé a casa. De inmediato
pude sentir una diferencia al caminar sin el dren. No caminaba tan
lento, y no me dolía ya tanto, a pesar de sentir las molestias de la
herida. Sin duda fue una mejora considerable.
Todo
transcurrió normalmente por el resto del martes. El pan de barra
tostado se me sigue antojando, pero no lo puedo comer.
Para
el martes en la tarde me volvieron a dar ganas. «Round 2».
Fue
como dar a luz. Ahí lo sentía, ahí venía, pero no podía. Utilicé
técnicas de respiración y pujé. Hasta me di golpesitos en la
rodilla, según eso ayuda. Después de batallar, la misión fue un
éxito rotundo. No fueron bolitas de conejo, fue algo decente. Pude
escuchar “Weeeee are the chaammpiooons, my frieeeennndd” de Queen
cuando todo terminó. Me lavé las manos, caminé victoriosamente
fuera del baño, y
cuando vi a mi papá en la sala, le alcé los pulgares, contenta.
–¡Es
todo! –me dijo, también orgulloso.
Bueno,
supongo que voy mejorando.
martes, 28 de julio de 2015
Los días en casa~
El segundo día que pasé en el hospital, mi psicóloga vino a visitarme, ¡y qué bueno! porque en eso llega la enfermera con la dieta que debo de seguir los primeros 10 días. Es una dieta exclusivamente líquida, nada más de 100 ml, cada 3 horas. Seguro lo hablaré con ella en alguna de mis sesiones futuras con ella.
Me dieron de alta el viernes por la mañana. Me costaba caminar porque era muy incómodo con el dren colgando. Cuando he contado esta experiencia, muchos no saben qué es. El dren es un aparatito que está conectado a la herida interna que te drena (valga la redundancia) los fluidos de la herida.
La expresión lo dice todo.
Me dieron de alta el viernes por la mañana. Me costaba caminar porque era muy incómodo con el dren colgando. Cuando he contado esta experiencia, muchos no saben qué es. El dren es un aparatito que está conectado a la herida interna que te drena (valga la redundancia) los fluidos de la herida.
Siempre que caminaba me daba mucho miedo tirar de él y lastimarme así que caminaba despacito, y aún así me dolía un poquito, pero era tolerable. Por ende, dormir seguía siendo un problema para mí. Yo no puedo dormir de espalda, tengo que estar de lado. Por suerte, el lado donde duermo no tenía el dren. Sin embargo, por miedo a moverme, y dada mi experiencia con el sofá, no quise dormir acostada. Mi papá me ayudó muchísimo, me construyó a base de almohadas una manera de dormir, pero el colchón resultó demasiado duro y a la hora me dolía mucho el trasero y tenía que levantarme a caminar, o mínimo sentarme mejor. Moverme un poco me resultaba doloroso y tenía que hacerlo con mucho cuidado. Dormía a ratitos, si es que podía. Las noches resultaron para mí difíciles, y llegué a sentirme muy frustrada. Necesité mucha ayuda, con cualquier cosa.
–Papá, ¿me prendes el ventilador?
Ahí va mi papá a prender el ventilador.
–Papá, se me cayó una almohada/necesito añadir/quitar una almohada.
Ahí va mi papá a ayudarme.
No podría dormir y me paraba a caminar y mi papá se despertaba. –¿Todo bien? ¿Cómo te sientes?
–No puedo dormir, voy a dar unos pasitos.
Terminaba de dar mis pasitos, y me acostaba. Ahí iba mi papá a asegurarse que lo tuviera fácil. Le llamaba ara cualquier cosa porque no podía agacharme o doblarme, tanto así que prefirió quedarse a dormir conmigo. Nos despertábamos a las 2 y a las 4 de la mañana para tomarme las medicinas.
–Si no puedes dormir, agarra sueño con la tele --me dijo--, súbele al volumen si quieres, no me molesta.
A mí me daba mucha pena, pero no tenía otra cosa que hacer ni otra manera de conciliar el sueño. Una de esas noches, viendo la tele, eran como las 3 de la mañana y sentía que ya estaba medio dormida cuando llega el vecino. De una fiesta. Pitando. Hablado. Lo odie. Me levanté a la ventana para ver, total, qué más podía hacer? Por alguna razón la vecina estaba parada justo en la entrada del garage para meter el carro, y no se movía y por eso el vecino la quitaba. En serio, son las tres de la puta mañana. ¿Qué necesidad? Escuché toda la conversación, porque tienen la voz muy alta. Por un momento me volví en la vecina amargada cascarrabias que los regaña por todo, al menos en mi mente. Así estuvieron fácil unos... 10 minutos. Cuando terminaron de hacer lo suyo y regresó el silencio, me tomé la medicina de las 4 am y me volví a acostar. Al menos eso me había servido para descansar el trasero. Estaba tan casada que ya empezaba a dormirme. Y mi papá, quien espero que siempre Dios me lo cuide, empezó a roncar.
. . .
Me dieron ganas de llorar. Estaba increíblemente frustrada. Estaba empezando a preocuparme por no poder dormir, después de todo, llevaba semanas antes de la operación con problemas de sueño. Desperté a mi papá, le dije que me bajaría al sillón de la sala, porque estaba muy cansada de la cama, y que quería dormir abajo. Me acompañó con las almohadas, me ayudó a instalarme, y por fin pude dormir unas 4 horas, aunque desperté con los pies hinchadísimos.
Ese día pasó bien, en general. Mi mamá me ha ayudado muchísimo con mantenerme y prepararme las comidas, yo sé que no podría hacerlo pues soy muy floja y torpe para estar como relojito con eso. Como le dijo mi papá, parte del éxito de mi dieta es en gran parte a ella.
Comiendo crema de zanahoria.
Creo que fue la noche siguiente, cuando, en mi insomnio, y mi papá estaba intentando dormir a mi lado, que me aburrí de la tele y quise usar la laptop, pero como estaba en la sala y no tenía donde ponerla, no la podía usar. En eso tuve una idea genial.
–Papá, he tenido una idea grandiosa, creo que nos vamos a hacer ricos.
Mi papá se emocionó, me miró y me pidió que le contara. Se me había ocurrido una mesita para laptops, donde a mesa fueran ventiladores para mantener la laptop fría, con espacio para el mouse, y que fuera ajustable tanto de inclinación como de altura. Como en mi vida he visto una, pensé que sería una gran idea. La emoción no me quitó el sueño, pero sí pensé en bocetarla y pedir ayuda para llevar a cabo un prototipo. Al día siguiente busqué en Internet. Ya existe. ¿Alguien me compra una? No están caras. Ahí se fue mi gran idea.
No fue hasta la última noche cuando me atreví a dormir acostada. Como mi papá me hacía las curaciones y me tenía que acostar un buen rato para limpiar las heridas, me daba sueño. Como las otras veces, me construyó a base de almohadas maneras para dormir. Puso una almohada larga (de esas para el cuerpo) para que me pudiera inclinar cómodamente. Yo puse una chiquita en la cadera, porque si algo aprendí, es que la nuca, la cadera y atrás de las rodillas necesitan estar con un buen soporte para poder estar cómodas. Tip, para futuras ocasiones. Dormí. Dormí horas seguidas. No me dolió nada, y como subí los pies a una almohada, se me quitó lo hinchado. Fui feliz por dos noches seguidas.
Hoy, martes, me quitaron el dren. Pero esa historia va para mañana.
domingo, 26 de julio de 2015
El segundo día y dada de alta
Mis padres estuvieron conmigo el primer día, mi madre se quedó a dormir porque mi papá debía trabajar. Mi mamá durmió muy cómodamente, como ella no tenía un drenaje colgándole, ni heridas en la panza, pudo acomodarse donde y como quiso. Yo seguía sin dormir. Sin embargo, había en la esquina de cuarto un sofá enorme, muy acolchonado. Mi madre me sugirió echarme ahí, porque era cómodo. Acepté, después de todo, ya qué. Estaba tan cómodo que me dormí hasta el día sigiente. Eran aproximadamente las tres de la mañana cuando me senté en el sofá.
El segundo día no fue tan malo como el primero. Me desperté como a las 6 ó 7 de la mañana. Aún no podía dormir del todo bien, pero al menos ya no vomitaba cada que caminaba. Me bañé, y llegó la enfermera a hacerme las curaciones pertinentes. Mi madre regresó a la casa para bañarse y desayunar, y en eso por fin me dieron algo de comer, entre comillas. Mi desayuno fue medio vaso de hielo raspado, que lo disfruté enormemente porque desde el día de la cirugía que tenía muchísima sed. Lo malo es que cada que me caía a mi nuevo estómago, me renegaba y me dolía. Era un dolor largo y punzante, pero pasajero y no siempre sucedía cada que tragaba el hielo; duraba aproximadamente unos 3 ó 4 segundos.
Me permitieron usar la computadora y me dieron la clave del wifi. Usé el Internet un ratito, chequé Facebook, respondí mensajes de ánimo, y en eso me traen mi comida. Una paleta de agua sabor cereza.
Delicioso. Me sentí como niña. Me decían las enfermeras que lo frío me ayudaría a cicatrizar mejor y yo, desde luego, no me quejé. Al poco tiempo regresó mi mamá, la enfermera me trajo más hielo (que igualmente disfruté mucho) y de nuevo, a enfrentar la larga noche que me esperaba, otra noche sin poder dormir.
sábado, 25 de julio de 2015
El primer día
El día de la operación ya había llegado. Me había despertado a las 5:30 para llegar a las 6:30 al hospital y tener mi operación a las 7 de la mañana. Las noches previas a estas habían estado difíciles, pues había tenido una complicación de salud y uno de mis miedos más fuerte era la pregunta que siempre me rondaba la cabeza al cerrar los ojos para intentar dormir: ¿Y si no despierto de la anestesia? La respuesta de mi mamá, cuando le contaba, en lógica fue coherente y debió calmarme, pero no lo hizo.
--Pues si no despiertas, no lo vas a sentir -me dijo-, ¿de qué te preocupas entonces?"
Fueron noches estresantes de dormir una hora dividido en ratitos, o de no dormir en general. El día que estaba en el quirófano, no me di cuenta de a qué hora me durmieron, sólo recuerdo que "me desperté" y ya estaba en el cuarto de recuperación. Ni chance de preguntarle al médico qué probabilidades había, ni de pedirle que le pasara mi última voluntad a mis padres.
Desperté con la boca completamente seca. Horriblemente seca, pero no me dejaron tomar agua ni mojarme la lengua durante el día. Creo que ese día dormí mucho gracias a la anestesia debido a que los días siguientes que dormí en la cama médica, la odié y no podía dormir. Ni moverme podía. Le pedí a mi papá que hasta me rascara la oreja. Por suerte, mi habitación era privada, no era compartida, y tuve el aire acondicionado para mí sola. Eso fue genial. Siempre estuve bien atendida, las enfermeras hacían sus rondas, me llevaban el medicamento, el suero y todo. Al paso del día conforme me fui despertado, me dijeron que tenía que empezar a dar pasitos. Y me fui a dar mis pasitos a lo que llamamos "la pasarela de gorditos", pues no era la única que se había hecho la manga gástrica.
También me dijeron que vomitaría y/o que sacaría muchos gases o eruptos, pues me habían metido gases para separar no sé qué cosa allá adentro. Vomité un total de cuatro veces, con sangre. Me preocupaba mas que nada que me fuera a lastimar el estómago.
--No te pasará nada, y es completamente normal --me respondió la enfermera--, entre más lo hagas mejor. No dejes de caminar. Y no, aún no no puedes tomar nada. Mañana.
Mis padres veían el partido de México vs. Panamá y medio escuchaba los comentarios de mi papá acerca de la selección. A mí ni me gusta el futbol, así que no e molestó que no me pudiera mantener despierta gran parte del partido. Así fue mi primera noche, vomitando, durmiendo a ratos, porque realmente me era muy difícil dormir. No podía apagar la luz, la cama era incómoda, me dolía el trasero, me cansaba el cuerpo... pero bueno, al menos tenía aire acondicionado.
--Pues si no despiertas, no lo vas a sentir -me dijo-, ¿de qué te preocupas entonces?"
Fueron noches estresantes de dormir una hora dividido en ratitos, o de no dormir en general. El día que estaba en el quirófano, no me di cuenta de a qué hora me durmieron, sólo recuerdo que "me desperté" y ya estaba en el cuarto de recuperación. Ni chance de preguntarle al médico qué probabilidades había, ni de pedirle que le pasara mi última voluntad a mis padres.
Desperté con la boca completamente seca. Horriblemente seca, pero no me dejaron tomar agua ni mojarme la lengua durante el día. Creo que ese día dormí mucho gracias a la anestesia debido a que los días siguientes que dormí en la cama médica, la odié y no podía dormir. Ni moverme podía. Le pedí a mi papá que hasta me rascara la oreja. Por suerte, mi habitación era privada, no era compartida, y tuve el aire acondicionado para mí sola. Eso fue genial. Siempre estuve bien atendida, las enfermeras hacían sus rondas, me llevaban el medicamento, el suero y todo. Al paso del día conforme me fui despertado, me dijeron que tenía que empezar a dar pasitos. Y me fui a dar mis pasitos a lo que llamamos "la pasarela de gorditos", pues no era la única que se había hecho la manga gástrica.
También me dijeron que vomitaría y/o que sacaría muchos gases o eruptos, pues me habían metido gases para separar no sé qué cosa allá adentro. Vomité un total de cuatro veces, con sangre. Me preocupaba mas que nada que me fuera a lastimar el estómago.
--No te pasará nada, y es completamente normal --me respondió la enfermera--, entre más lo hagas mejor. No dejes de caminar. Y no, aún no no puedes tomar nada. Mañana.
Mis padres veían el partido de México vs. Panamá y medio escuchaba los comentarios de mi papá acerca de la selección. A mí ni me gusta el futbol, así que no e molestó que no me pudiera mantener despierta gran parte del partido. Así fue mi primera noche, vomitando, durmiendo a ratos, porque realmente me era muy difícil dormir. No podía apagar la luz, la cama era incómoda, me dolía el trasero, me cansaba el cuerpo... pero bueno, al menos tenía aire acondicionado.
viernes, 24 de julio de 2015
Introducción
Desde que recuerdo, he sido gordita. De niña tenía severas críticas por parte de mi madre que pusieron hasta cierto punto un obstáculo en nuestra relación. Durante gran parte de mi vida, no me importó mucho mi peso, disfrutaba comer y del placer instantáneo que ésta me daba, cubriendo carencias con esa felicidad, resolviendo problemas con ese placer temporal. No fue hasta que empecé a preguntarme cuál era la raíz de la mayor cantidad de problemas que tenía, sociales, amorosos, personales, etcétera, y me di cuenta que mi peso me impedía sentirme segura de mí, y por ende, tener la habilidad de socializar, pues sentía que me juzgaban justo como lo hacen los medios sociales en la tele; las "bromitas inofensivas" en los programas de chistes, en los canales de "comedia", y demás. Nunca pude conseguir un novio, y si bien estoy de acuerdo que el peso no tiene que ver, pero no tenía la confianza. Tampoco tuve buenas influencias para aprender a desarrollarme con mi peso.
Desde niña hice dietas, pero nunca logré nada. Me estancaba rápido y desarrollé una aversión por ellas dada la constante presión familiar por perder peso. Me di por vencida y decidí esconderme. Era –aún soy– reclusa en mi vida virtual. Mis relaciones eran virtuales, mis amistades también. Un día dejó de serme satisfactorio y decidí que quería conseguir algo real. Y lo hice, en cierta parte, pero no me bastó. Gracias a la terapia que había iniciado unos años antes, conseguí el valor y la posición mental para poder tomar la decisión de someterme a una manga gástrica o gastroectomía.
Por un momento lo pospuse, dejándolo como un sueño, pues el dinero siempre fue un obstáculo. Quizá si decía que lo iba a hacer, me iban a dejar en paz, y podría vivir más feliz. Pero no fue hasta que pasaron más años y empecé a preguntarme si realmente podría hacerlo.
Entonces conseguí el dinero, conseguí el tiempo adecuado, y otros factores me influenciaron a tomarlo en serio. Así fue como el 5 de julio, la fecha de mi cumpleaños, fue mi “última cena” como le llamé, comí con mi familia en un restaurante todo lo que quise, tuve dos semanas de dieta preoperatoria, y el 22 de julio me sometí a la operación.
Desde niña hice dietas, pero nunca logré nada. Me estancaba rápido y desarrollé una aversión por ellas dada la constante presión familiar por perder peso. Me di por vencida y decidí esconderme. Era –aún soy– reclusa en mi vida virtual. Mis relaciones eran virtuales, mis amistades también. Un día dejó de serme satisfactorio y decidí que quería conseguir algo real. Y lo hice, en cierta parte, pero no me bastó. Gracias a la terapia que había iniciado unos años antes, conseguí el valor y la posición mental para poder tomar la decisión de someterme a una manga gástrica o gastroectomía.
Por un momento lo pospuse, dejándolo como un sueño, pues el dinero siempre fue un obstáculo. Quizá si decía que lo iba a hacer, me iban a dejar en paz, y podría vivir más feliz. Pero no fue hasta que pasaron más años y empecé a preguntarme si realmente podría hacerlo.
Entonces conseguí el dinero, conseguí el tiempo adecuado, y otros factores me influenciaron a tomarlo en serio. Así fue como el 5 de julio, la fecha de mi cumpleaños, fue mi “última cena” como le llamé, comí con mi familia en un restaurante todo lo que quise, tuve dos semanas de dieta preoperatoria, y el 22 de julio me sometí a la operación.
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