martes, 28 de julio de 2015

Los días en casa~

        El segundo día que pasé en el hospital, mi psicóloga vino a visitarme, ¡y qué bueno! porque en eso llega la enfermera con la dieta que debo de seguir los primeros 10 días. Es una dieta exclusivamente líquida, nada más de 100 ml, cada 3 horas. Seguro lo hablaré con ella en alguna de mis sesiones futuras con ella.

La expresión lo dice todo.

         Me dieron de alta el viernes por la mañana. Me costaba caminar porque era muy incómodo con el dren colgando. Cuando he contado esta experiencia, muchos no saben qué es. El dren es un aparatito que está conectado a la herida interna que te drena (valga la redundancia) los fluidos de la herida.



          Siempre que caminaba me daba mucho miedo tirar de él y lastimarme así que caminaba despacito, y aún así me dolía un poquito, pero era tolerable. Por ende, dormir seguía siendo un problema para mí. Yo no puedo dormir de espalda, tengo que estar de lado. Por suerte, el lado donde duermo no tenía el dren. Sin embargo, por miedo a moverme, y dada mi experiencia con el sofá, no quise dormir acostada. Mi papá me ayudó muchísimo, me construyó a base de almohadas una manera de dormir, pero el colchón resultó demasiado duro y a la hora me dolía mucho el trasero y tenía que levantarme a caminar, o mínimo sentarme mejor. Moverme un poco me resultaba doloroso y tenía que hacerlo con mucho cuidado. Dormía a ratitos, si es que podía. Las noches resultaron para mí difíciles, y llegué a sentirme muy frustrada. Necesité mucha ayuda, con cualquier cosa.

          Papá, ¿me prendes el ventilador?

          Ahí va mi papá a prender el ventilador.

          Papá, se me cayó una almohada/necesito añadir/quitar una almohada.

         Ahí va mi papá a ayudarme.

          No podría dormir y me paraba a caminar y mi papá se despertaba. ¿Todo bien? ¿Cómo te sientes?
          No puedo dormir, voy a dar unos pasitos.

          Terminaba de dar mis pasitos, y me acostaba. Ahí iba mi papá a asegurarse que lo tuviera fácil. Le llamaba ara cualquier cosa porque no podía agacharme o doblarme, tanto así que prefirió quedarse a dormir conmigo. Nos despertábamos a las 2 y a las 4 de la mañana para tomarme las medicinas.
          Si no puedes dormir, agarra sueño con la tele --me dijo--, súbele al volumen si quieres, no me molesta.

         A mí me daba mucha pena, pero no tenía otra cosa que hacer ni otra manera de conciliar el sueño. Una de esas noches, viendo la tele, eran como las 3 de la mañana y sentía que ya estaba medio dormida cuando llega el vecino. De una fiesta. Pitando. Hablado. Lo odie. Me levanté a la ventana para ver, total, qué más podía hacer? Por alguna razón la vecina estaba parada justo en la entrada del garage para meter el carro, y no se movía y por eso el vecino la quitaba. En serio, son las tres de la puta mañana. ¿Qué necesidad? Escuché toda la conversación, porque tienen la voz muy alta. Por un momento me volví en la vecina amargada cascarrabias que los regaña por todo, al menos en mi mente. Así estuvieron fácil unos... 10 minutos. Cuando terminaron de hacer lo suyo y regresó el silencio, me tomé la medicina de las 4 am y me volví a acostar. Al menos eso me había servido para descansar el trasero. Estaba tan casada que ya empezaba a dormirme. Y mi papá, quien espero que siempre Dios me lo cuide, empezó a roncar.

        . . . 

       Me dieron ganas de llorar. Estaba increíblemente frustrada. Estaba empezando a preocuparme por no poder dormir, después de todo, llevaba semanas antes de la operación con problemas de sueño. Desperté a mi papá, le dije que me bajaría al sillón de la sala, porque estaba muy cansada de la cama, y que quería dormir abajo. Me acompañó con las almohadas, me ayudó a instalarme, y por fin pude dormir unas 4 horas, aunque desperté con los pies hinchadísimos.

      Ese día pasó bien, en general. Mi mamá me ha ayudado muchísimo con mantenerme y prepararme las comidas, yo sé que no podría hacerlo pues soy muy floja y torpe para estar como relojito con eso. Como le dijo mi papá, parte del éxito de mi dieta es en gran parte a ella.

Comiendo crema de zanahoria.

         Creo que fue la noche siguiente, cuando, en mi insomnio, y mi papá estaba intentando dormir a mi lado, que me aburrí de la tele y quise usar la laptop, pero como estaba en la sala y no tenía donde ponerla, no la podía usar. En eso tuve una idea genial. 
      
         Papá, he tenido una idea grandiosa, creo que nos vamos a hacer ricos.
         
         Mi papá se emocionó, me miró y me pidió que le contara. Se me había ocurrido una mesita para laptops, donde a mesa fueran ventiladores para mantener la laptop fría, con espacio para el mouse, y que fuera ajustable tanto de inclinación como de altura. Como en mi vida he visto una, pensé que sería una gran idea. La emoción no me quitó el sueño, pero sí pensé en bocetarla y pedir ayuda para llevar a cabo un prototipo. Al día siguiente busqué en Internet. Ya existe. ¿Alguien me compra una? No están caras. Ahí se fue mi gran idea.

        No fue hasta la última noche cuando me atreví a dormir acostada. Como mi papá me hacía las curaciones y me tenía que acostar un buen rato para limpiar las heridas, me daba sueño. Como las otras veces, me construyó a base de almohadas maneras para dormir. Puso una almohada larga (de esas para el cuerpo) para que me pudiera inclinar cómodamente. Yo puse una chiquita en la cadera, porque si algo aprendí, es que la nuca, la cadera y atrás de las rodillas necesitan estar con un buen soporte para poder estar cómodas. Tip, para futuras ocasiones. Dormí. Dormí horas seguidas. No me dolió nada, y como subí los pies a una almohada, se me quitó lo hinchado. Fui feliz por dos noches seguidas.

       Hoy, martes, me quitaron el dren. Pero esa historia va para mañana.

















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