El día de la operación ya había llegado. Me había despertado a las 5:30 para llegar a las 6:30 al hospital y tener mi operación a las 7 de la mañana. Las noches previas a estas habían estado difíciles, pues había tenido una complicación de salud y uno de mis miedos más fuerte era la pregunta que siempre me rondaba la cabeza al cerrar los ojos para intentar dormir: ¿Y si no despierto de la anestesia? La respuesta de mi mamá, cuando le contaba, en lógica fue coherente y debió calmarme, pero no lo hizo.
--Pues si no despiertas, no lo vas a sentir -me dijo-, ¿de qué te preocupas entonces?"
Fueron noches estresantes de dormir una hora dividido en ratitos, o de no dormir en general. El día que estaba en el quirófano, no me di cuenta de a qué hora me durmieron, sólo recuerdo que "me desperté" y ya estaba en el cuarto de recuperación. Ni chance de preguntarle al médico qué probabilidades había, ni de pedirle que le pasara mi última voluntad a mis padres.
Desperté con la boca completamente seca. Horriblemente seca, pero no me dejaron tomar agua ni mojarme la lengua durante el día. Creo que ese día dormí mucho gracias a la anestesia debido a que los días siguientes que dormí en la cama médica, la odié y no podía dormir. Ni moverme podía. Le pedí a mi papá que hasta me rascara la oreja. Por suerte, mi habitación era privada, no era compartida, y tuve el aire acondicionado para mí sola. Eso fue genial. Siempre estuve bien atendida, las enfermeras hacían sus rondas, me llevaban el medicamento, el suero y todo. Al paso del día conforme me fui despertado, me dijeron que tenía que empezar a dar pasitos. Y me fui a dar mis pasitos a lo que llamamos "la pasarela de gorditos", pues no era la única que se había hecho la manga gástrica.
También me dijeron que vomitaría y/o que sacaría muchos gases o eruptos, pues me habían metido gases para separar no sé qué cosa allá adentro. Vomité un total de cuatro veces, con sangre. Me preocupaba mas que nada que me fuera a lastimar el estómago.
--No te pasará nada, y es completamente normal --me respondió la enfermera--, entre más lo hagas mejor. No dejes de caminar. Y no, aún no no puedes tomar nada. Mañana.
Mis padres veían el partido de México vs. Panamá y medio escuchaba los comentarios de mi papá acerca de la selección. A mí ni me gusta el futbol, así que no e molestó que no me pudiera mantener despierta gran parte del partido. Así fue mi primera noche, vomitando, durmiendo a ratos, porque realmente me era muy difícil dormir. No podía apagar la luz, la cama era incómoda, me dolía el trasero, me cansaba el cuerpo... pero bueno, al menos tenía aire acondicionado.
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